Gregorio López - ATTAC CLM
Vivimos un tiempo caracterizado por el agotamiento de las formas de organización política, social y económica que vieron la luz en Europa a finales del siglo XVII con el advenimiento de las revoluciones burguesas e industrial. Revoluciones basadas en la primacía de los Estados-nación y en una sociedad cada vez más mercantilizada en el seno del sistema capitalista. La globalización contemporánea no es más que llevar al extremo la concentración del poder político y económico en manos del gran capital financiero y transnacional, a costa de desmantelar los servicios públicos que caracterizaban el Estado del bienestar, saquear los recursos naturales e intimidar y atemorizar a la mayor parte de la población, que observa como sobre su presente y su futuro se ciernen cada vez más riesgos e incertidumbres.
Por ello, ante un escenario que se va configurando como una especie de darwinismo social, donde los más poderosos mantengan su posición de privilegio frente a unas masas desposeídas hasta de esperanza, los territorios rurales y las comunidades que los conforman, están cada vez más llamados a jugar un papel crucial en la lucha de las personas por recuperar la dignidad y el control sobre sus vidas, por avanzar hacia comunidades autosuficientes que puedan afrontar con garantías la provisión de recursos energéticos, materiales, alimentos y servicios básicos como la educación, la sanidad y los servicios sociales.
Todos estos bienes y servicios imprescindibles para una vida digna, hoy, no están bajo el control de las comunidades locales, sino que son manejados por grandes multinacionales o gestionados por gobiernos cómplices del capital financiero que en su agenda no tienen otras ideas más allá de la privatización y la maximización de beneficios a toda costa. Este proceso de una progresiva dependencia de los mercados exteriores y de centros de decisión urbano-financieros, que acontece en España desde los años 50 del siglo XX, ha ido de la mano de un éxodo rural sin precedentes, y del desmantelamiento de toda una cultura forjada a lo largo de los siglos, que había permitido a nuestros antepasados la adaptación a su entorno natural mediante técnicas y saberes respetuosos con el agua, la tierra y el clima.
Pienso que el futuro inmediato de nuestra Manchuela pasa porque sus gentes recuperemos esos saberes y los aderecemos de las innovaciones tecnológicas propias de nuestro tiempo, para volver a ser los dueños/as de nuestro destino, para dejar de depender de mercados caprichosos y especulativos a la hora de conseguir bienes y servicios básicos para la vida. Y ello abre un campo amplísimo para la cooperación entre la gente de un mismo pueblo y de pueblos limítrofes. Para conseguir lo necesario de manera más fácil, mediante intercambios en cercanía. Algo que siempre ha ocurrido en nuestra tierra hasta que llegó la era de los transportes privados basados en combustibles fósiles, de la concentración de servicios en grandes ciudades, del consumo-despilfarro masivo, de gobiernos nacionales y regionales que relegaron a la dependencia y a la sumisión a los Ayuntamientos.
Seguro que estas mismas ideas expuestas hace una década, hubieran sido acogidas con indiferencia, escepticismo o simplemente rechazadas, pero hoy, en medio de esta profunda crisis sistémica, son cada vez más tenidas en cuenta por mucha gente que se está quedando en la cuneta, y que conforme vienen los tiempos no aspiran a una vida de lujo, consumo y estrés, sino que buscan una manera de ser y estar austera, digna y respetuosa con ellos mismos y con la Naturaleza.
De manera telegráfica lanzo algunas ideas para el debate. Propuestas que, maduradas y construidas de abajo a arriba podrían formar parte de un plan de acción a impulsar y coordinar por la Asociación y la Mancomunidad para el Desarrollo de La Manchuela:
- La agricultura, la ganadería y sus industrias transformadoras deberían diversificarse todo lo posible, reorientándose para abastecer con carácter prioritario los mercados comarcales, mediante el uso de semillas, razas ganaderas y técnicas tradicionales.
- Volver a ocupar y a habitar todos aquellos espacios que históricamente fueron asentamientos humanos plenos de vida y de actividad, y que desde la segunda mitad del siglo XX se despoblaron y se arruinaron.
- Ampliar los servicios públicos de transporte y las relaciones culturales, humanas y económicas entre los pueblos de la comarca, pensando especialmente en los más pequeños, revirtiendo así el proceso de creciente dependencia de los pueblos con la capital de la provincia.
- Volver a recuperar la autosuficiencia energética en nuestra tierra, completando las fuentes tradicionales de biomasa y tracción animal con las más modernas a partir del sol y del viento. En este sentido, fomentar sistemas descentralizados de generación, distribución y consumo de energía.
- En cuanto a servicios básicos como la sanidad, la educación y los servicios sociales, avanzar en una mayor descentralización de los mismos en la comarca, conformando foros de participación y decisión ciudadana para gestionar de manera directa su prestación.
- No podemos olvidarnos de defender hasta el extremo a nuestras instituciones de crédito comarcales: secciones de crédito de cooperativas y cajas rurales. Con su existencia y apoyo, el resto de cosas que queramos hacer será más fácil. Hagamos oídos sordos a los cantos de sirena que ofrecen la Luna por renunciar a nuestras raíces e integrarnos en grandes entidades financieras que no sienten nuestra tierra.
- Y por último, pero no menos importante, avanzar en la unidad de reivindicación y acción entre todos los municipios, de cara a una financiación estable, suficiente y no condicionada, para llevar adelante la prestación de todos los servicios que les corresponden con garantías de calidad y continuidad. En este punto, a los responsables políticos de los Ayuntamientos les corresponde un papel impulsor, pero el protagonismo es del conjunto de los colectivos y las gentes de nuestra comarca. Las administraciones central y autonómica no pueden continuar considerando a los Ayuntamientos y al mundo rural como menores de edad. Pero no cabe esperar que este cambio se produzca si no tomamos la iniciativa en cuanto a nuevas formas de organización y gestión de lo público y lo comunitario. Ahora mismo se han desmantelado y se siguen desmantelando servicios básicos para la ciudadanía: Es el momento de derrochar movilización e imaginación (las dos cosas a la vez) para volver a ponerlos en marcha sobre bases más estables, participativas y justas.
Algo nuevo está gestándose ya, y será como nosotros/as queramos que sea. No dejemos que nos frenen la pasividad, el miedo, ni las promesas de que todo volverá a ser como antes. Manos a la obra, construyendo cosas y personas nuevas, con nuestro sentido de la justicia, JUNTOS/AS. Porque las cosas no volverán a ser como antes.
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