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Reconozco cierto recelo personal hacia las cosas y las personas con nombres rimbombantes. Tras más de 20 años en el ejercicio de mi actual profesión, me siguen dando grima esos notarios de apellido forzadamente compuesto. Para saber de leyes no es imprescindible ser pedante. Quizá por ello lo de la Cumbre Social me suena feo. Como la wagneriana Alianza de las Civilizaciones de Zapatero, pero de andar por casa. Una denominación pretenciosa para un simple pretexto con el que ocupar unas portadas y justificar unos pocos salarios.
Tal como pinta, la Cumbre Social es a una reivindicación ciudadana lo que la redondeada y segoviana cima del Montón de Trigo, a las afiladas aristas de la Mira o del Almanzor. Puro sucedáneo. Un monte sin dificultad y sin mérito. Una sencilla excursión con la que
convencer a unos scout treceañeros de que han estado a punto de ascender el K2. Y todo sin correr el menor riesgo y con la certeza de devolverlos a sus emocionados padres sin otro rasguño que el producido por la espina de algún cardo.
Por eso entiendo poco y comprendo menos los ataques sufridos en los últimos días por mi admirado Carlos Taibo. Fue criticar el comportamiento de los sindicatos filiales de los partidos y echarse encima medio mundo. Me lo esperaba de los Jiménez Losantos de la izquierda, esos para quienes Marx sigue en el programa de una asignatura llamada política y no en el de otra mas interesante e imaginativa que en mis tiempos de EGB denominábamos historia. Pero me sorprendió – confieso que para mal- de algunos ilustres del altermundismo. Con Comisiones y UGT ocurre como con el Madrid y el Barsa. Han formado tantos jugadores en sus canteras que al final encuentran aliados en los lugares más insólitos. Con lo mal que llevamos eso los atléticos de siempre…
Como hubo quien llegó a reclamar ayuda para no apreciar mala fe en las palabras del bueno de Carlos, desde esta heterodoxia vocacional vamos a ser solidarios e intentar prestarla. Desde ya aclaro que cualquier referencia a “los sindicatos más representativos” ha de ser entendida como hecha a sus cúpulas, nunca a las bases, formadas por ciudadanos a los que no solo respeto sino que considero “de los míos”.
Confieso que durante la transición y primeros pasos de la monarquía liberal, eso que algunos se empeñan en denominar democracia, mi preocupación política fue más bien escasa. Una vez superada una primera adolescencia de patrioterismo hereditario, por edad y vocación estuve más atento a Parálisis Permanente o a Los Nikis que a Felipe González. Creo que acerté. Eran gente de más fiar. Lo más político a lo que atendí en esos días fue aquella desdichada frase de Tierno con la que instaba a los rockeros a colocarse y al loro. Ese día,en el que aprendí que a cambio de unos pocos votos a ningún cargo le importaba lo más mínimo si del cuelgue volvía o no la mitad de la peña. No voy a opinar entonces de aquella época. Pero de la actual podría ser un empezar y no parar.
Por si alguien lo olvidó, recordamos que ya existe una movilización ciudadana activa y vigente que nació en las plazas hace dos primaveras. Esa movilización alcanza al menos cuatro reivindicaciones principales: regeneración democrática, justicia socio-económica, equilibrio ecológico y la construcción de un nuevo mundo no-globalizado. Y todo desde una óptica anticapitalista. Quien quiera subirse al barco sabe que queda sitio en cubierta. Doy por supuesto que no lo harán. A esa clase de sindicatos se los regaló por decreto la exclusiva de la representación social y como buenos hijos únicos han salido maleducados, egocéntricos y nihilistas hasta el extremo. O se suben al puente de mando o no navegan.
Por eso, porque ya existe un movimiento ciudadano vivo, abierto y siempre en proceso de construcción es por lo que me extraña que ahora haya quien pretenda fabricar uno nuevo pero en torno a una sola de las patas -la socioeconómica- que es la que representan y pueden representar los sindicatos. Y encima en nombre de la unidad. El que empiezo a necesitar que me lo expliquen soy yo.
El asunto puede resultar divertido. Os imagináis a los líderes sindicales clamando en las plazas contra los profesionales de la política que se perpetúan en el cargo , cuando Méndez, si las hemerotecas no fallan, lleva desde el 94 sin mover media ceja. Os imagináis al Toxo y al otro protestando contra un bipartidismo político fundado en las mismos principios que el bipartidismo sindical del que ellos disfrutan desde el origen de estos tiempos. A los de CNT o USO les pueden salir hernias de tanto reír. Tampoco iba a estar mal la cara de los grupos anti-globa mirando las fotos de determinados personajes con el rey. O la de la gente de Greenpeace o Ecologistas en Acción compartiendo mesa con quienes miraban para otro lado mientras se arrasaban en nombre del crecimiento económico y del estado del biengastar bosques, costas y montañas. Con todo, lo mejor será cuando pidan la dimisión de Rajoy por adoptar la política contraria a la que prometió en campaña. Igual hasta los hace caso que en eso son gente con experiencia. Como es obvio no me refiero a lo de dimitir.
El argumento definitivo para los afines, es que su capacidad de movilización justifica hacer pequeñas concesiones. No estoy de acuerdo. El éxito de una convocatoria no se mide por el número de asistentes, sino por la repercusión de las ideas. Hoy (por el 14 de agosto) se publicaban en prensa nuevos datos sobre la aceptación social del movimiento “indignados” y cercanos. El que quiera puede compararlos con los índices de popularidad de los líderes sindicales que periódicamente publica el CIS. Yo no lo haré, no me atrae la crueldad. Pero sí dejar constancia que si lo que pretendemos tal como repite con insistencia y acierto el compañero Alberto Garzón, es llevar el mensaje altermundista a una mayoría social, es conveniente elegir con esmero las compañías adecuadas. Además, seamos serios, quién sacó a los funcionarios a la calle en la última manifa antirecortes, no fueron los sindicatos más representativos. Fueron Rajoy, una paga extra y tres moscosos. Antes y después cuando se hablaba de educación, de sanidad, de paro o de dependencia, ni dios. No nos engañemos, fue la puta pasta y no unas siglas.
Habrá quien considere que ahora que parece que se mueven en la dirección correcta hay que aprovechar. Por mi parte tal como expresaba Gala en una preciosa entrevista publicada en “El País” de ayer (por el 13 de agosto): "Hay cosas que no se deben perdonar. Si las perdona Dios, allá él".
Tal como pinta, la Cumbre Social es a una reivindicación ciudadana lo que la redondeada y segoviana cima del Montón de Trigo, a las afiladas aristas de la Mira o del Almanzor. Puro sucedáneo. Un monte sin dificultad y sin mérito. Una sencilla excursión con la que
convencer a unos scout treceañeros de que han estado a punto de ascender el K2. Y todo sin correr el menor riesgo y con la certeza de devolverlos a sus emocionados padres sin otro rasguño que el producido por la espina de algún cardo.
Por eso entiendo poco y comprendo menos los ataques sufridos en los últimos días por mi admirado Carlos Taibo. Fue criticar el comportamiento de los sindicatos filiales de los partidos y echarse encima medio mundo. Me lo esperaba de los Jiménez Losantos de la izquierda, esos para quienes Marx sigue en el programa de una asignatura llamada política y no en el de otra mas interesante e imaginativa que en mis tiempos de EGB denominábamos historia. Pero me sorprendió – confieso que para mal- de algunos ilustres del altermundismo. Con Comisiones y UGT ocurre como con el Madrid y el Barsa. Han formado tantos jugadores en sus canteras que al final encuentran aliados en los lugares más insólitos. Con lo mal que llevamos eso los atléticos de siempre…
Como hubo quien llegó a reclamar ayuda para no apreciar mala fe en las palabras del bueno de Carlos, desde esta heterodoxia vocacional vamos a ser solidarios e intentar prestarla. Desde ya aclaro que cualquier referencia a “los sindicatos más representativos” ha de ser entendida como hecha a sus cúpulas, nunca a las bases, formadas por ciudadanos a los que no solo respeto sino que considero “de los míos”.
Confieso que durante la transición y primeros pasos de la monarquía liberal, eso que algunos se empeñan en denominar democracia, mi preocupación política fue más bien escasa. Una vez superada una primera adolescencia de patrioterismo hereditario, por edad y vocación estuve más atento a Parálisis Permanente o a Los Nikis que a Felipe González. Creo que acerté. Eran gente de más fiar. Lo más político a lo que atendí en esos días fue aquella desdichada frase de Tierno con la que instaba a los rockeros a colocarse y al loro. Ese día,en el que aprendí que a cambio de unos pocos votos a ningún cargo le importaba lo más mínimo si del cuelgue volvía o no la mitad de la peña. No voy a opinar entonces de aquella época. Pero de la actual podría ser un empezar y no parar.
Por si alguien lo olvidó, recordamos que ya existe una movilización ciudadana activa y vigente que nació en las plazas hace dos primaveras. Esa movilización alcanza al menos cuatro reivindicaciones principales: regeneración democrática, justicia socio-económica, equilibrio ecológico y la construcción de un nuevo mundo no-globalizado. Y todo desde una óptica anticapitalista. Quien quiera subirse al barco sabe que queda sitio en cubierta. Doy por supuesto que no lo harán. A esa clase de sindicatos se los regaló por decreto la exclusiva de la representación social y como buenos hijos únicos han salido maleducados, egocéntricos y nihilistas hasta el extremo. O se suben al puente de mando o no navegan.
Por eso, porque ya existe un movimiento ciudadano vivo, abierto y siempre en proceso de construcción es por lo que me extraña que ahora haya quien pretenda fabricar uno nuevo pero en torno a una sola de las patas -la socioeconómica- que es la que representan y pueden representar los sindicatos. Y encima en nombre de la unidad. El que empiezo a necesitar que me lo expliquen soy yo.
El asunto puede resultar divertido. Os imagináis a los líderes sindicales clamando en las plazas contra los profesionales de la política que se perpetúan en el cargo , cuando Méndez, si las hemerotecas no fallan, lleva desde el 94 sin mover media ceja. Os imagináis al Toxo y al otro protestando contra un bipartidismo político fundado en las mismos principios que el bipartidismo sindical del que ellos disfrutan desde el origen de estos tiempos. A los de CNT o USO les pueden salir hernias de tanto reír. Tampoco iba a estar mal la cara de los grupos anti-globa mirando las fotos de determinados personajes con el rey. O la de la gente de Greenpeace o Ecologistas en Acción compartiendo mesa con quienes miraban para otro lado mientras se arrasaban en nombre del crecimiento económico y del estado del biengastar bosques, costas y montañas. Con todo, lo mejor será cuando pidan la dimisión de Rajoy por adoptar la política contraria a la que prometió en campaña. Igual hasta los hace caso que en eso son gente con experiencia. Como es obvio no me refiero a lo de dimitir.
El argumento definitivo para los afines, es que su capacidad de movilización justifica hacer pequeñas concesiones. No estoy de acuerdo. El éxito de una convocatoria no se mide por el número de asistentes, sino por la repercusión de las ideas. Hoy (por el 14 de agosto) se publicaban en prensa nuevos datos sobre la aceptación social del movimiento “indignados” y cercanos. El que quiera puede compararlos con los índices de popularidad de los líderes sindicales que periódicamente publica el CIS. Yo no lo haré, no me atrae la crueldad. Pero sí dejar constancia que si lo que pretendemos tal como repite con insistencia y acierto el compañero Alberto Garzón, es llevar el mensaje altermundista a una mayoría social, es conveniente elegir con esmero las compañías adecuadas. Además, seamos serios, quién sacó a los funcionarios a la calle en la última manifa antirecortes, no fueron los sindicatos más representativos. Fueron Rajoy, una paga extra y tres moscosos. Antes y después cuando se hablaba de educación, de sanidad, de paro o de dependencia, ni dios. No nos engañemos, fue la puta pasta y no unas siglas.
Habrá quien considere que ahora que parece que se mueven en la dirección correcta hay que aprovechar. Por mi parte tal como expresaba Gala en una preciosa entrevista publicada en “El País” de ayer (por el 13 de agosto): "Hay cosas que no se deben perdonar. Si las perdona Dios, allá él".
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