viernes, 21 de diciembre de 2012

La externalización de la sanidad madrileña

Yolanda Jarabo Crespo - ATTAC Castilla - la Mancha

    La externalización, es decir, la gestión privada de los centros sanitarios públicos en Madrid supone un ataque gravísimo a los derechos de los madrileños. Las razones son tan obvias que no exigen una argumentación compleja. El sistema santitario español ha sido distinguido por ser un modelo de máxima eficiencia frente a otros modelos europeos o norteamericanos. Se entiende por eficiencia la consecución de los mejores resultados al coste más bajo, con la consecuente rentabilidad social. Los madrileños y el resto de los españoles hemos podido decir lo que otros no pueden: "nuestra sanidad equitativa corresponde a una sociedad justa".

    Nadie niega que en momentos de crisis haya que revisar ciertos aspectos del modelo para mejorar aún más la rentabilidad, pero esto es incompatible con la privatización. Y es muy  sencillo de entender, pues la ahora llamada externalización implica que la empresa encargada de gestionar obtenga, lógicamente, beneficios. ¿Y cómo se engrosarán dichos beneficios? La respuesta es tan obvia que casi no necesita explicarse: pues disminuyendo la oferta y la calidad de los servicios de salud que se ofrecen a la población. 


    Ya tenemos ejemplos en nuestro país de lo que ha significado la privatización: el gasto que ha supuesto para las arcas públicas el hospital de Alzira, los 900.000 euros al mes que les costará a los madrileños la existencia de un hospital, el de Collado Villalba, que ni siquiera se abrirá el próximo año (su supuesto mantenimiento ha sido asignado a una empresa privada, curiosamente ligada - al menos por lazos familiares- a figuras políticas del partido del gobierno actual), y el último broche de oro, el escándalo del grupo CRC en Cataluña, con la consecuente agresión a la sanidad catalana.


    Y no importa la comunidad autónoma de la que estemos tratando. Lo que ocurra en Madrid ocurrirá en el resto de comunidades. La salud, la enfermedad y la mezquindad no tienen fronteras.


    Todos los españoles debemos negarnos a que se destruya lo que entre todos hemos construído con nuestro esfuerzo y nuestros impuestos. Repito: es nuestro, no de los políticos que nos gobiernan y que deben haber perdido cualquier respeto hacia el otro (¿sociópatas tal vez?....)


    Si no lo conseguimos sólo se me ocurre pensar que únicamente una nueva pandemia de Peste Negra podrá poner a unos cuantos en su sitio.

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