Rafa Hernández - ATTAC Castilla - la Mancha
Uno de los rasgos irrenunciables del ser humano, es la posibilidad y la obligación de decidir de modo más o menos libre, cada uno de nuestros actos. Lo que a priori parece un dulce regalo de la naturaleza, se torna, cuando abrimos el cajón de la ropa sucia y observamos con detalle las manchas, en una carga tan pesada e irrenunciable como el caparazón de ciertos quelonios gigantes que habitan en determinadas islas ecuatorianas. Fue Gala – mi proveedor oficial de citas – el que afirmó: “quién no puede elegir, no puede equivocarse”. Cierto. Un depredador no se
equivoca cuando caza porque no tiene opción: mata o muere. El hombre, presuntuoso ser capaz de bautizar como “sapiens” a su propia especie, adquiere junto a la libertad el monopolio del error. Y lo ejerce con singular entusiasmo en cada convocatoria electoral.
Yerra como ciudadano a la hora de votar, - no confundir con el sentido del voto -. Y yerra como comentarista político en esa analítica de resultados del día después. Que si el colesterol está alto, que si el azúcar por los suelos o que andamos justos de hierro. Cada página de la prensa escrita, cada onda radiofónica y cada línea de ese arma de manipulación colectiva que llamamos TV; se llenan de frases tan vacías e insustanciales como los caldos de sobre a los que denominábamos cena en mi primera etapa estudiantil. ¡Ganaron los nacionalistas! ¡Espaldarazo a la política del gobierno! ¡Triunfo de la abstención!… Me niego. Analizar unas elecciones es como leer una hoja en blanco. Un trabajo estúpido y sin valor. Un torpe ejercicio de creatividad interesada. No es posible descubrir sentido en la nada.
En las llamadas democracias representativas, la clase financiera dominante y sus insignes lacayos de la política, exterminan los sueños de la ciudadanía del mismo modo que los pesticidas y las semillas de Monsanto, esquilman la vida de nuestros campos. Han convertido una consulta a la voluntad colectiva en un simple experimento sociológico; en un sencillo problema de Introducción a la estadística descriptiva. Y… como en todo experimento, si de modo repetido asignamos el mismo valor a las distintas variables, de modo repetido obtendremos siempre análogos resultados. Podemos soltar una manzana en el aire mil veces. Mientras no modifiquemos la fuerza de la gravedad, caerá mil veces a una velocidad proporcional a su masa. En estos regímenes, la gravedad son unas leyes electorales injustas, unos medios de comunicación manipulados y un sistema de partidos políticos que forman un perfecto ejemplo de oligopolio de oferta. Los partidos que nacieron como cauces para la voluntad colectiva, se han transformado por los mecanismos de la costumbre y de la corrupción en simples agencias de colocación para ciudadanos con pedigrí. Las barreras de entrada y todo el aparato estatal impiden que jamás pueda romperse este orden establecido.
Se equivocan quienes confían en el mecanismo electoral como instrumento de cambio social… Y se decepcionan en cada convocatoria. Los deseos de un pueblo no caben en una pregunta, ni en una caja de cristal. Solo hace falta comprobar el desenlace. A diferentes estímulos, idéntica respuesta. Si comparamos los escrutinios con el último barómetro del CIS relativo a la valoración de los políticos (julio de 2012), solo son posibles dos conclusiones: o los resultados electorales no reflejan la voluntad popular o los españoles han adquirido el discutible hábito de votar siempre a quién consideran más torpe.
Por eso hay que propiciar formas novedosas y directas de expresión de los anhelos ciudadanos. Transformar conciencias, no votos. La democracia directa y no un papel escrito por otros y apresado en una urna, marcan el inicio de la ruta hacia la esperanza. Allí no hay abstenciones que interpretar. Ni costosísimas campañas que financiar va usted a saber de que manera. Ni nacionalismos que nos convencen que ser libre es cambiar la marca de la cadena que nos ata. Con el método asambleario como instrumento, con la desobediencia civil como arma y con la paz y la razón como únicas banderas, se empieza a construir el futuro. ¿Difícil? No se conocen montaña o mujer que merezcan la pena capaces de escapar a ese calificativo. Y por ello ni vamos a quedarnos en el campamento base, ni dejaremos de cortejar a la señora de nuestros sueños.
Se equivocan quienes confían en el mecanismo electoral como instrumento de cambio social… Y se decepcionan en cada convocatoria. Los deseos de un pueblo no caben en una pregunta, ni en una caja de cristal. Solo hace falta comprobar el desenlace. A diferentes estímulos, idéntica respuesta. Si comparamos los escrutinios con el último barómetro del CIS relativo a la valoración de los políticos (julio de 2012), solo son posibles dos conclusiones: o los resultados electorales no reflejan la voluntad popular o los españoles han adquirido el discutible hábito de votar siempre a quién consideran más torpe.
Por eso hay que propiciar formas novedosas y directas de expresión de los anhelos ciudadanos. Transformar conciencias, no votos. La democracia directa y no un papel escrito por otros y apresado en una urna, marcan el inicio de la ruta hacia la esperanza. Allí no hay abstenciones que interpretar. Ni costosísimas campañas que financiar va usted a saber de que manera. Ni nacionalismos que nos convencen que ser libre es cambiar la marca de la cadena que nos ata. Con el método asambleario como instrumento, con la desobediencia civil como arma y con la paz y la razón como únicas banderas, se empieza a construir el futuro. ¿Difícil? No se conocen montaña o mujer que merezcan la pena capaces de escapar a ese calificativo. Y por ello ni vamos a quedarnos en el campamento base, ni dejaremos de cortejar a la señora de nuestros sueños.
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