domingo, 18 de noviembre de 2012

Hablemos del mileniarismo

Rafa Hernández - ATTAC Castilla - la Mancha
hetero-doxia.blogspot.com

Años antes de que la competitividad y sus malditos paneles de audiencia, convirtieran el mal gusto y la explícita  ignorancia en fenómeno cotidiano, uno de los más extravagantes momentos de la Tv en España, fue el del milenarismo de Arrabal. Gracias a esa especie de cibernodo que conocemos por Youtube, hasta los más jóvenes han sido testigos de cómo el mejor exponente del teatro del pánico, hizo el ridículo ante miles de espectadores.

Capaz de reventar un congreso de la FAI, al confesarse opositor a la Federación porque “soy tan anarquista que estoy en contra del anarquismo”, ese genio de las letras apareció ante las cámaras con evidentes signos de intoxicación. Por más que en los días siguientes se esforzara en excusarse de mil modos, un guion que incluía caída desde una mesa, pedo a la audiencia y beso a un poco atractivo contertulio de barbas, apuntaba con descaro a un descuido con el alcohol o a la ingesta más o menos reciente, de algún papelillo de colores.
Su frase “estamos hablando del apocalipsis y debemos hablar del mileniarismo …. Hablemos del mileniarismo, ¡cojones ya!” pasó a la historia de las histerias televisivas. Aun hoy, pese a la competencia desleal de Telecinco, soporta con dignidad el paso del tiempo.

El apocalipsis, en este caso económico, es el obsesivo monotema de la Europa de nuestros días. La prima de riesgo, la caída del PIB, el paro y ahora hasta la inflación (este estúpido gobierno logra imposibles), se ciernen sobre nuestras cabezas con el mismo fatalismo con que la victoria, la guerra, el hambre y la muerte lo harán según los textos religiosos, sobre quienes tengan el dudoso privilegio de asistir al juicio final.
Las tesis oficiales del gobierno, es indiferente quien lo ocupe, apuntan siempre a nuevos sacrificios como obligado peaje hacia un futuro mejor. Lo malo es que como la gripe en febrero, siempre acaba por infectar y por afectar a los organismos más débiles.

Los contados supervivientes de la izquierda parlamentaria y los sindicatos de ex-clase y de ex-izquierda se enrocan en la defensa de esa especie de difunto sin cuerpo y sin ataúd que conocemos como Estado del Bienestar. Curiosa forma de progreso esta de engranar la marcha atrás y ordenar el regreso hacia un pasado que nunca existió. Para ser justos no tienen mucho margen. Su dependencia del crédito bancario, del dinero público y la necesidad de mantener toda una corte de profesionales del invento que al final son quienes deciden, moderan cualquier ímpetu revolucionario.

A salvo del virus letal de la Carrera de San Jerónimo, los movimientos y sindicatos “alternativos” nos ilusionan con cambiar el mundo, con escapar de una vida que en muchos momentos nos parece ajena, con la transformación de unas estructuras sociales en las que para una mayoría, sobrevivir es un arte y vivir, lo que se dice vivir, un completo imposible. Nos hablan de justicia, de paz, de anticapitalismo, de ecología, de felicidad, pero … no terminan de decirnos “como”.

Ha llegado el tiempo de abandonar la queja. De enterrar el cadáver del no nato y centrarnos en fijar destino y escoger con esmero el rumbo. Que se cargan la sanidad; ya lo sabemos. Que desaparece la escuela pública; también. Que la dependencia no interesa; vale. Ya conocemos todos que los que mandan y los que mandaban no tienen otro objetivo que convertir nuestra existencia en el negocio de sus jefes. Pero si queremos hacer posible una utopía, debemos describir los como, los cuando y los hacia donde. Para saltar hacia el futuro tan absurdo es quedarse con los pies clavados en el pavimento, como pretender tomar impulso en el vacío. 

De primeras se me ocurren cinco líneas sobre las que trabajar a corto plazo:

1.- Una reforma fiscal coherente que reparta con justicia las cargas tributarias. Nos debemos olvidar de demagogias no siempre bien documentadas, de propuestas sobre impuestos patrimoniales casi nunca eficaces y centrarnos en la simplificación del modelo sobre dos figuras claves: un IVA beligerante con tipos distintos según clasificación económica de bienes y un IRPF progresivo y no confiscatorio. La desaparición del Impuesto de Sociedades y la integración de los beneficios empresariales en la renta personal parece un camino razonable. No es lógico que un banco pague el 35% (mas quisiéramos) y un trabajador cualificado pueda llegar a perder el 55% de sus ingresos.

2.- Una reforma laboral que tenga presente que el paro no es un castigo bíblico sino la lógica consecuencia de un mal reparto del trabajo disponible. Se impone la reducción de la jornada tanto en el sector público como en el privado.

3.- El impago de toda deuda injusta sea colectiva (“deuda soberana” de origen especulativo) o particular (hipotecas mas allá del valor del bien ofrecido en garantía). La discusión de en que moneda debemos declararnos en rebeldía , me parece un sano ejercicio para una tesis doctoral, pero inútil para el mundo de los vivos. Al que le gusten los maravedíes duro con ello … pero no es tema de interés para un panadero de Legazpi.

4.-  La reforma de un sistema electoral que ha secuestrado la voluntad popular y ha convertido en oligopolio financiero lo que debiera ser competencia perfecta de las ideas. La democracia directa y el asociacionismo no necesariamente político como forma de participación, deben formar parte de ese nuevo orden.

5.- El reconocimiento de la corrupción política y financiera como problema central de nuestra mercantilizada sociedad y el establecimiento de las medidas legales, policiales, económicas y judiciales que permitan su erradicación. El espectáculo permanente de diputados, senadores, parlamentarios autonómicos, alcaldes, concejales, empresarios, banqueros y personas próximas a la jefatura del estado, implicados en las más descaradas operaciones es humana, ética y socialmente inadmisible.

Sobre cada una de estas propuestas y algunas más, iremos escribiendo desde nuestra modestia en próximas entregas. Es un ejercicio que propongo a todos. Basta de quejarnos de nuestros dolores y vamos a empezar la rehabilitación. Pero mientras tanto volvamos al principio. Retornemos a mi pasión malsana por el Arrabal escritor, pensador, filósofo, poeta y cineasta. Retomo mi adicción a su excentricidad militante, a su heterodoxia hiriente para gritar desde este blog: vale ya de hablar del apocalipsis. Como dijo el genio de Melilla: hablemos del mileniarismo. ¡Cojones, ya!.

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