BIENVENIDOS AL CLUB DE LOS IMPOSIBLES
Con esta ilusionante frase, robada a una canción del gran Enrique Bunbury, podemos resumir lo vivido en la agitada primavera de 2011. Lejos del festivo ambiente de las acampadas y del ruido de las manifestaciones, llega el momento de la reflexión serena y sosegada.
Al margen de unas colecciones de propuestas que se mueven entre lo imprescindible y lo absurdo con la misma facilidad con la que se desata una tormenta en el trópico; nos queda la sensación de compañía. La convicción de no estar solos en una sociedad desquiciada. De no ser los últimos ejemplares de una especie en extinción por el puro aislamiento de sus individuos. Hemos cambiado la indignación personal por la ilusión colectiva. El enfado por la esperanza.
Los guardas del calabozo se esmeran en aplicar photoshop a la verdad. Quieren convertirnos en un extraño cruce entre macarra de discoteca al servicio de Rubalcaba e iluso marihuano sin otro oficio conocido que el de molestar al vecindario. Las críticas se articulan sobre tres grandes ideas:
1) Un grupo tan heterogéneo carece de propuestas y de interlocutores.
2) No somos demócratas. Abucheamos a los representantes del pueblo.
3) La oposición a las medidas de ajuste no tiene sentido. Vienen impuestas desde fuera y no resultan negociables.
Tres medias verdades que, lejos de lo que la lógica matemática sugiere, no incluyen en el “pack” medias mentiras. Si no falsedades elevadas al cubo.
La diversidad de un grupo puede dificultar los acuerdos, pero favorece la certeza de los planteamientos sobre los que se logra consenso. Cuando se trata de movimientos de cambio social, es mas importante lo segundo que lo primero. Mejor hacer pocas cosas bien que muchas mal.
Lo de que pitar a unos diputados regionales sea atentar contra la democracia, bordea el disparate. Con el mismo criterio, reprender a un abogado por mal defender tus intereses, se habría de considerar una amenaza a la justicia.
Nadie en sus cabales discute hoy la necesidad de equilibrar presupuestos y reducir déficit. Lo que no es tan pacífico es sobre que partidas hay que actuar para conseguirlo. Que la extremaunción sea universal y gratuita, pero que el antibiótico se lo tenga que pagar cada cual, no parece razonable. Subir la imposición indirecta y mantener “en suspenso” los tributos patrimoniales y sucesorios, tampoco. Bajar las pensiones, cuando se conservan intactas millonarias subvenciones a partidos políticos, se financian carreras de coches por las calles de Valencia y cuando ediles de todo pelaje aumentan sin pudor sus salarios; no es serio. Hay alternativas. Existen otros modos de hacer y de pensar.
Con Aznar suelto y sin bozal diciendo que ser de izquierdas es una pérdida de tiempo, pronto desembarcarán los Usía, Dragó y demás bufoncillos cortesanos para convertir a los pacíficos indignados en un peligro social. Eso no podemos evitarlo. Pero está en nuestra mano que tras la algarabía callejera, el mensaje de que otro mundo es posible siga presente en la vida pública. Si en algo nos hemos pasado, reclamo la eximente de la legítima defensa.
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